jueves, 19 de junio de 2014

El Plano Astral (I): Radiografía del plano astral

Con este artículo inauguramos la trilogía El Plano Astral, que como su nombre indica versará sobre las características de este mundo, tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos de nosotros. En esta primera entrega describiremos el plano astral como territorio, en la segunda parte hablaremos de los habitantes que moran en él y en la última daremos unas pautas para hacer viajes astrales.
 
Antes de nada cabría preguntarse: cuando nos referimos a un “plano”, ¿de qué estamos hablando realmente? Si no podemos verlo ni percibirlo con nuestros sentidos ordinarios, ¿no se tratará más que de una quimera alimentada por los tratados ocultistas?
Para empezar, habría que decir que no existe sólo lo que vemos con nuestros ojos. Todo el tiempo estamos rodeados de cosas que no percibimos, pero aún así influyen sobre nosotros: ondas de radio y de TV, pequeños microorganismos, planetas, frecuencias del espectro de la luz que escapan a nuestros conos y bastones…
Por otra parte, sabemos que la materia es energía muy muy condensada o de un nivel vibratorio muy bajo, y por ende la energía no deja de ser materia vibrando a una escala altamente sutil. Sabemos también que la energía no se crea ni se destruye, sino que se siempre se está transformando.
Importante es aclarar que en la vasta literatura esotérica u ocultista se les puede dar el nombre de mundos, reinos, niveles, regiones o esferas a las distintas dimensiones o densidades a las que nos vamos a referir, aparte del de “plano”, que es el que más vamos a utilizar aquí.
También habría que aclarar lo que significa “nivel energético o vibratorio” y qué tiene que ver con el estado evolutivo de cada ser. Cuando fallecemos, y cada noche mientras soñamos, nos trasladamos al plano astral. Y dentro del plano astral, nos movemos dentro del subplano o franja que nos corresponde según nuestro nivel vibratorio. Podemos explorar más abajo pero nunca hacia las zonas superiores. El nivel vibratorio de cada uno es la manifestación en el plano energético de nuestro estado evolutivo. La manifestación del amor es la vibración de frecuencia más alta, mientras que los espíritus poco evolucionados o que todavía se guían por el egoísmo se quedan en los subplanos más bajos, lo que se llama astral inferior. El cielo y el infierno serían una visión deformada de esta realidad que ha llegado hasta nuestros días.
Nuestro sistema solar o Vía Láctea está conformada energéticamente por siete grandes planos que comparten correspondencias vibratorias con los colores de los siete chakras que poseemos todos nosotros (aquí pues, tenemos otro ejemplo de que como dice el axioma hermético, “como es arriba, es abajo”). Empezando por el nivel más bajo, el puramente físico, tendríamos:
Plano físico (etérico y denso) –> color rojo
Plano astral o emocional –> color naranja
Plano mentao devachánico (inferior y superior) –> color amarillo
Plano búdico o nirvánico –> color verde
Plano átmico –> color azul
Plano monádico o anupadaka –> color índigo
Plano ádico o divino –> color violeta o dorado
 
El plano ádico es el más cercano a nuestra fuente o Logos galáctico. Más allá se siguen continuando los planos, pues el Logos a su vez también tiene su fuente,  y dentro de este nivel también nos encontramos con seres y grupos avanzadísimos cuya idiosincrasia escapa a nuestra comprensión.
Cada uno de los siete planos que acabamos de citar a su vez se divide en siete subplanos, estos en otros siete, y así ad infinítum, dando unas franjas vibratorias infinitas donde pueden residir los seres que se ajusten a ellas.  Dentro de la misma región, como la astral que es la que nos ocupa, los habitantes que residan en las franjas vibratorias más bajas se corresponderán con un naranja apagado, mientras que cuanto más ascendamos en el gradiente, el color se volverá más vivo y brillante. El grado de conocimiento y sabiduría de los seres dentro del mismo plano varía tal y como lo hace el color.
La materia de cada uno de estos planos o mundos difiere entre ellos como aquí los gases difieren de los sólidos.
Al plano astral también se le suele llamar el reino de la ilusión, por las impresiones que causa en los que se aventuran en él. La mayoría de sus habitantes pueden cambiar de forma con rapidez y así fascinar a los que escogen para divertirse con ellos. También se caracteriza porque la visión en este plano es mucho más amplia que en el físico, y el interior de un sólido es tan visible como la superficie (por eso se le llama también cuarta dimensión). Pueden verse también los gases constituyentes de la mezcla atmosférica, las radiaciones de todos los seres vivos, los rayos infrarrojos y ultraviletas que la ciencia descubrió por otros métodos y el halo “energético” que en envuelve una ciudad. Muy habitual es también la permutación de las cifras de un número (por ejemplo, leer 592 en vez de 295 o viceversa) por lo que los neófitos en viajes astrales deben estar muy atentos y ejercitar la visión astral.
Los primeros tres subplanos tienen por trasfondo el mundo físico con todos sus conocidos accesorios. La vida en el primer subplano es la misma que la ordinaria en la vida terrestre, menos el cuerpo físico y sus necesidades; pero al transferirse a los 2º y 3º subplanos es cada vez menos material y se retrae más y más del mundo terreno y sus intereses.
En el plano astral no rigen las mismas leyes que en el físico, por eso podemos levitar o volar, por ejemplo. También existen cuatro grados de materia física más sutil que la gaseosa, a la que a falta de nombre un nombre específico se le llama etérea. En la región astral nos podemos mover en el tiempo, como si fuéramos en un avión y lo viéramos todo desde arriba. Tampoco el tiempo transcurre de la misma manera, más bien nuestra sensación de “tiempo” como tal en el mundo físico es consecuencia de percibir con nuestros sentidos ordinarios una realidad o una característica de la cuarta dimensión.
Cada partícula de materia física tiene su contraparte de materia astral, y esta contraparte no es un cuerpo simple, sino que generalmente, es un cuerpo complejo constituido por varias clases de materia astral. Además, todo ser viviente está rodeado de una atmósfera o nimbo peculiar llamada aura. Se la percibe como una masa oval de neblina luminosa de muy complicada estructura, y por su forma se le suele llamar huevo áureo.
Cuando la vista astral está plenamente desarrollada es capaz de aumentar hasta el tamaño que deseemos la visión de las más menudas partículas físicas, como si se observaran con un microscopio. Los objetos ordinarios del mundo físico se perciben desde este plano con mucho más detalle y su aspecto difiere considerablemente del que nos es familiar en el mundo físico. Así, por ejemplo, una roca vista astralmente no es ya una inerte masa de piedra. Se ve de golpe toda la masa en vez de una pequeña parte de ella; son perceptibles las vibraciones de sus partículas físicas y se advierte la contraparte astral constituida por diversos grados de materia astral, cuyas partículas también están en constante vibración. Además, se ve cómo la vida universal circula por la masa y de ella irradia formando un aura de poca variedad y corta extensión, y cómo la interpenetra siempre activa y fluctuante la esencia elemental. En el reino vegetal y animal la estructura se vuelve más compleja.
Los siguientes párrafos están extraídos del libro “Las leyes espirituales” de Vicent Guillem:
Cada planeta físico esta ligado con su correspondiente planeta energético o astral, que está superpuesto a él, pero que es mucho más extenso en tamaño que el planeta físico, aunque mucho más sutil en su naturaleza. Digamos que si el planeta físico es del tamaño de un grano de café, el del planeta astral podría ser equivalente al tamaño de un balón de fútbol, pero de naturaleza energética, quedando el grano de café en el centro del balón de fútbol. El planeta físico no podría existir sin el planeta astral, ya que es este último el que lo vitaliza energéticamente y mantiene su estructura y funcionamiento. Dentro de este mundo astral existen diferentes niveles o capas vibratorias que se diferencian por su densidad, estando las capas más densas más cercanas a la superficie del planeta físico y las más sutiles progresivamente más alejadas. Cada una de ellas tiene estructura geológica y naturaleza propias. Existen valles, montañas, ríos, flora y fauna, aunque existen diferencias entre ellas, siendo la naturaleza más bella y perfecta en las capas más sutiles que en las más groseras. Podemos decir que la naturaleza en el mundo físico es un reflejo inacabado de la naturaleza astral y que todo lo que existe el mundo físico ha sido antes ensayado en el mundo astral.
Este globo o planeta astral está lleno de vida, y es el hogar de los  espíritus y formas de vida no encarnada ligados al planeta Tierra. Es el origen de la mayoría de los seres que nacen y el destino de los que  mueren en vuestro mundo físico. Cuando antes he dicho que el espíritu cuando desencarna vuelve al mundo espiritual, lo que ocurre normalmente es que el espíritu se sitúa en uno de esos niveles vibratorios  del planeta astral, el que se corresponde con su nivel energético, que depende a su vez de su nivel espiritual. Nosotros nos encontramos ahora en uno de esos niveles, y la naturaleza que observas a tu alrededor es la propia de este nivel vibratorio.
Max Heindel es, sin duda, el más preciso a la hora de definir y estructurar lo “invisible”. Según él, el mundo astral viene a ser una esfera que contiene dentro de sí al planeta Tierra, al cual interpenetra parcialmente y luego sobrepasa en muchos kilómetros. Por lo tanto, hay una zona -la más baja- del mundo astral, que se entremezcla con la corteza terrestre donde habitamos los humanos, de tal manera que las formas de vida de aquella dimensión se mueven entre nosotros (a todos os sonará el dicho de “el infierno se encuentra aquí en la tierra”), aunque resulten invisibles al ojo humano, al igual que resulta invisible un sentimiento, siendo que está formado de la misma energía. El resto del mundo astral es una espesa capa del espacio celeste que nos rodea. Pero tal mundo no es nada simple y la complejidad de formas de vida existentes en nuestro planeta puede resultar un juego de niños en comparación a lo que allí existe.
Digamos, siguiendo Heindel,  que el mundo astral está integrado por siete niveles o regiones formadas por sustancia, o energía, cada vez más sutil a medida que nos elevamos. Tales niveles son conocidos con los siguientes nombres, comenzando por el más denso:
1. Región de las pasiones y viles deseos. 
2. Región de la impresionabilidad.
3. Región del os anhelos.
4. Región de los sentimientos.
5. Región de la vida del alma.
6. Región de la luz del alma.
7. Región del poder del alma.
Las tres primeras regiones constituyen la zona purgatorial -el infierno de la doctrina católica- y las tres últimas lo que podríamos llamar primer cielo. La cuarta región es una zona neutra perfectamente asimilable a lo que conocemos como limbo.
Quedaría incompleta la descripción del escenario astral si no mencionáramos los impropiamente llamados “registros en la luz astral” o “archivos akáshicos”. Estos registros, anales, archivos o recuerdos son de rigor una especie de materialización de la memoria de Dios, una vívida representación fotográfica de todo cuanto ha sucedido, pero están permanentemente impresos en un nivel muy superior al astral, y se reflejan más o menos espasmódicamente en este plano, de suerte que quien no tenga visión superior a la astral, sólo podrá obtener de los registros informes y datos incompletos y desconectados en vez de una narración coherente.
Vamos a concluir con unas palabras del Yogui Ramacharaka sobre el plano astral:
Un plano es la condición o estado de actividad de la energía espiritual en que el Cosmos vive y se mueve y tiene su ser. En determinado punto del espacio puede haber varios planos de actividad.
Pongamos, por ejemplo, tomado del mundo físico la ordinaria vibración del sonido. Puede el aire estar lleno de muchas notas musicales. Cada nota corresponde a un grado de vibración acústica. Las notas ocupan la misma posición en el espacio y sin embargo no se entorpecen unas a otras en cuanto a la ocupación de lugar en el espacio. Es un axioma de física que dos cuerpos materiales no pueden ocupar el mismo lugar a un mismo tiempo; pero millares de vibrantes notas pueden ocupar el mismo lugar al mismo tiempo, como sucede cuando una nutrida orquesta interpreta una composición musical.
Al hablar del “ascenso” de un plano inferior a otro superior, o del “descenso” de uno superior a otro inferior, no damos a entender que se haya de “subir” o “bajar” como por una escalera, ni tampoco que se haya de pasar de una superficie a otra de diferente nivel, y aun resulta inexacto el conocido símbolo de surgir del fondo a la superficie del océano.
El símil más aproximado a la realidad en punto a la transición de uno a otro plano es el del aumento o disminución del número de vibraciones como sucede en las acústicas, lumínicas y eléctricas.
Si se aumenta la tensión de una cuerda de violín, aumenta también su grado de vibración y por consiguiente su nota, porque es entonces mayor el número de vibraciones.
Lo que es verdad en los planos inferiores de manifestación lo es también en los superiores.
El paso de un plano a otro puede concebirse como un cambio de vibración de la energía que anima todas las cosas, y este concepto nos dará de la verdad sobre los planos de existencia la idea más aproximada de que es capaz la mente finita del hombre.
No hay palabras a propósito para designar los fenómenos superiores, y así resulta tosco, imperfecto e insuficiente todo ejemplo, símbolo o símil expresado en términos propios de los planos inferiores.
El mundo astral consta así de numerosos planos y subplanos que se extienden en serie ascendente desde el más cercano al mundo físico hasta el más cercano al mundo espiritual.
Entre estos dos extremos se puede observar innumerable variedad de fenómenos y fases de existencia.
En los subplanos inferiores del mundo astral se manifiestan las actividades psíquicas llamadas clarividencia, clariaudiencia, telepatía, psicometría, etc.
También se manifiestan en estos subplanos inferiores ciertas formas de ectoplasmas, espectros y otras apariciones de almas desencarnadas que a veces perciben el hombre y algunos animales. Asimismo actúan y se mueven en estos subplanos los seres humanos vivientes en el mundo físico que se desprenden temporáneamente de su cuerpo físico durante el sueño o el éxtasis, o deliberadamente.
Los colores astrales son los de las auras que circuyen el cuerpo físico de todo ser humano, y se manifiestan en algunos subplanos del astral.
En otros subplanos se manifiestan los fenómenos psiquismo, las formas de pensamiento, las ondas y nubes mentales que influyen en la mente y el ánimo de quienes tienen su misma tónica psíquica.
La palabra “astral” significa “lo relativo o perteneciente a los astros”, y se empleó en un principio porque creían las gentes que el “otro mundo” estaba situado más arriba de las nubes, en la región que entonces se llamaba sidérea o de las estrellas.
De nuevo advertimos al lector que no confunda la idea del plano astral con la de uno o varios lugares.
El plano astral no es un lugar determinado ni está arriba ni abajo ni en ninguno de los cuatro puntos cardinales.
No se extiende en ninguna dirección definida, y sin embargo se extiende en todas direcciones.
Siempre es un estado o condición y nunca un lugar.
Es una fase o grado de vibración y no una parte de espacio. Son sus dimensiones las del Tiempo y no las del Espacio.
Si empleamos los términos “reino”, “`región”, “‘alto”, `”bajo”, “superior”, ‘”inferior”, es en sentido figurado, como si dijéramos un alto o un bajo grado de vibración.

Fuentes consultadas para la elaboración de este artículo: 
[Libro] El Plano Astral. C. W. Leadbeater
[Libro] La vida después de la muerte. Yogui Ramacharaka
[Libro] Las leyes espirituales. Vicent Guillem
Revista Más Allá nº 2

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